MI
madre se asomó a la ventana y se dio cuenta de que tronaba,
relampagueaba y empezaba a llover.
—¡Ventura,
hijo, vuelve a casa y llévate el paraguas! —tuvo que gritar, pues
yo estaba lejos.
Gracias
a su advertencia no me mojé. Pero, como subí a casa de nuevo,
olvidé allí las llaves.
Menos
mal que mi madre es medio adivina y esperó en el portal a que yo
volviera.
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