Me tocó sentarme al lado de un señor de ochenta años. A
mí me pareció que la cena se me iba a hacer interminable pero,
inusitadamente, aquel hombre empezó a hablar conmigo y me pareció
simpático. Mi compañero octogenario decidió contarnos unos cuantos chistes y casi sin darme cuenta toda mi mesa mantenía una conversación de lo más animada.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada