¡ Me aburría mortalmente! Me escocía todo, estaba sudando, la ropa se me pegaba al cuerpo y las sábanas estaban llenas de migas. ¿A quién puede gustarle estar en la cama sin hacer nada mientras fuera huele a primavera?
Sin embargo, papá no entendía ni pizca de primaveras ni nada parecido. ¡Estaba claro que no tenía alma de poeta!
-Te quedarás un día más en casa para curarte del todo el resfriado - sentenció por la mañana, cuando le enseñé, triunfante, el termómetro con el mercurio a treinta y seis grados y medio.
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